viernes, enero 04, 2013

Maria Teresa Huerta Alarcón " Alhue"


El Pueblo Donde Nací
    

En una casita humilde
cubierta de armonía
Amada por la naturaleza
Rodeada de colinas
Que le dan un paisaje
A campo nativo
En este pueblo, yo nací.
Bendita tierra mía
Que me disteis la vida
 Y  contemplasteis mi crecer,
jugando entre montes y charcos
mi adolescencia yo bordé
y descalza caminando por las calles
con el corazón lleno de juventud
el amor me cautivo.
Villa Alhué se llama el pueblo
Que nos saluda al entrar
Y su hermoso rio
 Con sus aguas perfumadas
Le cantan al amanecer.
Que hermoso es mi pueblo
Bendecido por su iglesia
Y sus habitantes te honran
Al  observar  el horizonte
Limpio y claro como el aire
Y la plaza que es una flor
Con sus pétalos que cobijan
Al forastero, me da la fuerza
Para quererte.
OH. Alhué campo querido
Como no he de quererte
Si en tus tierras yo nací
Como no  recordarte
si te llevo en mi corazón.

Cristian Lagos, " San Fernando "



raspadura de treiles
sobre el delantal
del cielo
olor a tortillas
reunidas en un delantal
de yuyos
allí
escarbo
la ceniza que está donde arde
el fuego de las cosas adquieren la forma de tus manos
VI region

Ricardo Jhalet " Santiago "


Tardes en la Serena.
Cuando yo nací, ya el mar estaba
ahí con sus olas, con su espuma,
con sus gaviotas aladas como ninfas.
Yo nací después, pero cuando abrí
mis ojos, él ya estaba ahí, con sus
barcos y sus sueños.
Desde esos días de niño, ni siquiera
los brazos o los finos labios de una
bella mujer encendiendo de besos
mi boca, me han podido arrancar de
aquí.
De la orilla de este mar que en la
Piedra rompe, siempre diciendo ¡si!.
Siempre como la vida insistiendo o
a veces retrocediendo.
Siempre, trayéndole a mi corazón
de niño noticias, arrullándome al
oído como mi madre.
Pero eso si, siempre estando donde
quiera observó con estos ojos que a
veces también son versos, como esas
tardes de Enero que vieron por vez
primera mis ojos en la Serena.


Marianela Puebla " Valparaíso "


LOS PERROS DE MI PUERTO

En mi puerto, Val paraíso, los perros vagabundos
saben como atravesar las calles.
Los semáforos guiñen sus ojos verdes a peatones de cuatro patas
y las aceras  coquetas se visten de pasos de cebra.
En mi puerto los canes bajan los cerros en amistosa algarabía,
las razas se cruzan a pleno sol, con inocente descaro.
Amistosos pordioseros, sin palabras
mendigan el pan de cada día.
Sus ojos humildes reflejan  el hostil mundo que les rodea,
mundo de concreto y rascacielos, de vitrinas incomprensibles,
de vehículos y gentío, de gritos y violencia.
Con las colas entre las patas,  mansos como palomas,
esperan pacientes el milagro de un mendrugo.

Pobres perros vagabundos de mi puerto indiferente,
llenos de pulgas, sarna, heridas que penetran su piel,
pidiendo un gramo de dignidad a una sociedad de acero.
Son testigos olvidados por el avance del tiempo,
la era cibernética,  el tercer milenio, siglo veintiuno,
globalización, bicentenario.
Para ellos la vida es lo mismo, encontrar el alimento,
dormir cerca de algún  tacho de basura,
esperar que la muerte piadosa les lleve por otro camino.
 Pobres perros de mi puerto bohemio, victimas sin justificación,
sólo  buscan una mano amiga que les proteja.
Bajan los cerros para llegar al mar de la incomprensión y abandono,
las olas de la indiferencia porteña  les azota sin descanso
hasta exterminarlos de la vida.
 Los perros, en mi puerto, Val paraíso,
saben como atravesar las calles de la desolación.